El pasado aroma actual de las flores
LOS JARDINES LATINOS
Manuel Quiroga Clérigo.
Ediciones Endymion,
68 páginas.
Por Antonio Portillo Casado
Los Jardines Latinos es un poemario en el que el sociólogo, crítico literario y poeta madrileño Manuel Quiroga Clérigo nos proyecta la luz pasada y actual de Roma con los aromas y sentimientos que el paisaje urbano de esta urbe le ha revelado.
Siempre he pensado que la puerta de un edificio dice mucho de su interior y de las personas que lo habitan. De igual manera pasa con la portada de este libro. En ella encontramos un dibujo del pintor tosiriano Ginés Liébana en el que un ángel mira el pez que pende de su mano en un entorno campestre invernal al lado de un río. Da a entender el ángel la necesidad de aprehender, “pescar”, la belleza cotidiana y adyacente que aparecerá tras la portada. Ésta es la clave principal. Manuel rememora Roma en siena y en colores. Encontramos imágenes potentes de la ciudad y sus rincones históricos de resonancias clásicas, de sus jardines divinos junto a la vida que se desarrolla hoy. Qué mejor forma hay de conocer un lugar que, aparte de visitarlo, sentirlo mediante la lectura de unos poemas que enseñan su intrahistoria y la emoción al captar el alma de lo contemplado. Mediante ellos, nos adentramos en lo real y subjetivo de la ciudad. Ya lo expone en el sugestivo prólogo de la obra Antonio Porpetta: “Pero el interminable torbellino, los asfixiantes perfiles que le van surgiendo a cada paso en la ciudad -acogedora y hostil al unísono- son contrarrestados, en la íntima balanza del poeta”.
Manuel Quiroga señala en esta cita misteriosa los derroteros por donde volará su obra: “Hay alguna / insólita / belleza / en la ciudad de Roma / y en todos sus confines”. Con un verso de Ángel González, Quiroga desenvaina su pluma para que aparezcan las huellas que le ha dejado la ciudad eterna. Así, se adentra en su arquitectura, en los restos de un pasado esplendoroso que se vierten sobre la rutina; por ello habla de Papas y turistas mochileras que dejan sus pisadas en la urbe; de “estatuas coronadas por el laurel del profundo cemento” y de “descendientes de etruscos o ligures conduciendo ambulancias” mientras la lluvia escala las ventanas y la hiedra ilumina las fuentes en el vendaval que arremete contra Roma pincelando de azul y gris edificios, bosques, cipreses y plantas aromáticas. Ahí está la segunda clave del poemario. Nuestro poeta es un pintor que va componiendo con palabras un hermoso cuadro a caballo entre lo pretérito y lo presente, entre lo bello y equilibrado y la realidad cotidiana, como hacía Sorolla, bañarnos de luces que van de lo elegante a lo vulgar por el camino de la poesía.
Manuel ama los viajes y la hermosura de la naturaleza. Lo expresa a lo largo de este poemario que simula una clásica película urbana con imágenes claras y coloridas. Como cuando yendo hacía la ciudad de Asís encuentra “colinas pacíficas donde el trigo remonta/dinastías de olvidos y fondos de color”. Y recuerda a San Francisco, nombrándolo “mínimo y dulce”, por los caminos y rincones de la ciudad en donde miles de peregrinos anhelan un refugio que deberían encontrar en su interior. Vuelve a Roma, dice del Tíber que se desliza, como César o Tribuno, por las orillas primaverales donde el volcán de turistas ocupa como lava el cuerpo delicioso de la ciudad. Manuel retorna con Pilar, su acompañante, a la ciudad de las 7 colinas. Ambos notan “el espacio quieto de estaciones anónimas” y viajan en un “tren veloz para viajar tranquilos” hacia la capital del humo, las imágenes de mármoles y hervidero de vida, autobuses, ambulancias y muchachas bellas que surgen en escaparates y gimnasios. Son secuencias, pinceladas en las que el poeta nos acompaña y es el cicerone lírico que nos adentra en la selva de la urbe y en los jardines romanos. Subraya el “dulcísimo caos” de palacios, coches, jardines… Señala que la capital de Italia es un cúmulo de poder y abuso, y sentencia: “Roma es sólo un lugar de náufragos eternos”.
Ya en la plaza Narbona, refiere la paz aparente del instante calmo y a la vez efervescente, en el que los “aires románticos” vuelan para contemplar los “océanos de junio” donde mujeres elegantes, esclavas de la moda, pasean. Encontramos cafés que tienen vinos nobles y porcelanas artísticas. Durante el día son refugios íntimos y por la noche se convierten en un hormiguero para las turistas que consumen un tabaco especial y muestran sus atributos entre los decorados de licores.
En el poema Bella en Roma, que dedica a la amada, uno de los más intensos, encontramos un apasionamiento sinfónico en el que aves, plantas, perfumes, mariposas, la luz y rincones son convocados en el callejón de la poesía. No puedo dejar pasar estos dos versos bellísimos: “¿Cómo olvidar tu mirada de lirio / y la primavera que persiste en tu piel?”.
Ya de vuelta a España, se resigna comentando cómo la tripulación del avión le muestra el “lugar de internamiento”, una suerte de cárcel que lo devolverá a su realidad patria y a su dolor cotidiano.
Acaba el texto con el poema Los Jardines Latinos, con él sentimos que, éstos, son islas u oasis en el asfalto donde susurran fuentes, estatuas barrocas, flores, plantas y lo indica así: “Y es que la hierbabuena uniéndose al espliego / dan perfume a la esquina en que hortensias y musgo respiran hermandad”. Los jardines de Roma son rincones de belleza mortal pero imperecedera.
Al leer y releer este libro, he sentido la salvadora herida de la poesía y un gratificante e intenso Síndrome de Stendhal lírico que te va poseyendo y te traslada a esos lugares íntimos donde el alma ilumina.
Reseña de Los Jardines Latinos por Antonio Portillo Casado – Alcalá de Henares y enero de 2020.
En abril 2017 estuve con una “embajada lireraria” en vuestro Madrid donde fuimos muy bien recibidos y atendidos por “escritoresenreddir…..” y tuve la oportunidad de compartir con vosotros una sesión de lectura poética en que leyó nuestra Directora ERNA AROS PENSA, seguida por VANESSA MARTÍNEZ EMMA y el suscrito RODOLFO HERRERA TAPIA con el respaldo gráfico del fotógrafo DAVID PERINES…toda una experiencia grabada a fuego. Ahí os conocí particularmente y nos atendisteis. Va respetuoso gran abrazo y parabienes por vuestros emprendimientos.
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¡¡ Qué Reseña sustanciosa, medular, has hecho, ANTONIO. Ahí no hay prosa; sólo poesia sobre poesía…!! Reconforta en este lado del Mundo, __donde Pandemia da palos de ciega__, poder cultivar los estadios de la mente en la convicción de que el genio de la Especie es inmune a las vicisitudes que natura y las naciones lastran. Cordial recuerdo.
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Gracias por su generoso comentario.
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