MI TIERRA, MI VIDA.
Tierra centelleante y seductora.
Tierra altiva y sencilla.
Oquedad que tengo en mi corazón en este atardecer.
Triste hueco que no se colmará
hasta que mis tristes ojos por tu aurora de colores,
queden seducidos, ¡oh morena mía!
Horizonte deseado, que lejos estoy de ti,
¡qué daría mi alma por estar junto a ti!
Inevitable añoranza en la que mis tristes lágrimas seco
en este ocaso oscuro y mortífero.
Porque… ¡de añorar es lo que se ama,
lo que se lleva muy dentro de sí!
¡Pobres pupilas mías que no contemplan tu irradiante luz!
Qué mísero me encuentro sin tus verdes esmeraldas
que mi alegría fueron y ahora agudizan mi callada tristeza.
Se disgrega mi alma, desaparece mi corazón,
se agranda mi dolor.
Amarga dolencia que me obstruye, que me encoge,
que me hace más diminuto.
¡Tierra mía!, lumbre de mi cuerpo,
célula de mi felicidad. Tu ausencia…
…ahora…
…me engulle en este peñasco frío.
Mi verso, proclama mi dolor…
Sin tu sabor, sin tu aroma, sin tu calor, sin tus múltiples colores ¡tierra mía!,
la tenue y elocuente noche sureña
se torna en una capa mustia y podrida que sepulta mi corazón.
¡Tierra querida!, te quiero ver, te quiero oír, te quiero sentir.
Sí, tengo tanta sed de ti, que seca
y mohosa va quedando mi boca.
Aquellos vibrantes y danzantes álamos
que acariciaban a mi sosegado Guadalquivir.
Aquellos álamos dorados y resplandecientes como una llamarada.
Aquellos chopos cantores de exquisitas y exóticas músicas
que la dulce y cálida brisa esparcía por tu cuerpo divino,
¡oh madre mía!, ¡oh tierra mía!
¡Oh mis pacíficos olivos por el sol bañados de luz
aquella tarde arrebatadora!
Aquellos olivos templados cuyas tiernas ramas, madre,
el don de la vida me daban al acariciar mi tez lozana.
Olivos queridos, olivos viejos, sabios olivos,
vuestros brillantes frutos, adornos cándidos
eran de mi alma trémula.
¡Oh Madre sureña!, como me arropabas con tu azul
manto de estrellas, ¡oh risueña!
Cómo me protegías bizarro olivo,
entre tus firmes y seguros brazos verdes
de las tormentas y frías lluvias.
Hoy tierra materna, hoy olivo amigo,
amado y a salvo quisiera sentirme con vuestra presencia.
Tierra materna y risueña jamás te olvidaré,
¡que tu hijo real quiero volver a ser!
Sentirme en tus brazos. ¡Volver a nacer!
¡Quiero dejar de suspirar!
Anhelo rozarme contigo para que con tu belleza
me envuelvas, me embrujes, ¡madre!.
Y así, llenes la oquedad que tengo, que tengo
en este corazón mío.
(Poema del poemario AMANECE COPO A COPO. NOV 2015)
MI TIERRA, MI VIDA. Poema del poemario Amanece copo a copo.(c) Antonio Portillo Casado